Alejandro Neme

De las citas y otros demonios

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Las citas son muy raras. Si se lo piensa en frío, la situación en la que dos extraños se juntan para tratar de conocerse y ver si pueden congeniar para un posible futuro romántico es, cuando menos, extraordinario.  A nadie le puede gustar tener citas. Y si decís que sí, que te gustan, es porque estás mintiendo o porque dejaste de tener citas hace mucho, mucho tiempo.

Una vez hice este comentario en voz alta y una señora respondió: "no sé por qué las citas son tan difíciles para los hombres. Invitás a la mujer, acepta, salen y chau. ¿Qué tanto mambo? No es tan complejo. Igual, como no hay hombres, soy feliz con mis 25 gatos. Son mejores que las personas". La señora de los gatos tiene razón en cierto sentido: el mundo de las citas no debería ser tan complejo. Pero, por otro lado, que tenga 25 gatos me hace dudar de su sanidad mental y descartar su comentario. No le pregunté con quien salió por última vez, pero sospecho que si no es un Thundercat ella no le da pelota a nadie.

Todo es desopilante ya desde el paso previo a la concreción de una salida.  Todo el mundo (léase: aquellos que no tienen citas hace ya mucho tiempo) "sabe" qué es lo que hay que hacer o cómo llegar a una. Por ejemplo, a veces tenés a un amigo casado que te quiere presentar a Romualda, la prima del hermano del cuñado de la prima de la esposa del ex marido del abuelo del tío del biznieto de la bisabuela de una amiga de una amiga de la prima del ex de su esposa. La esposa de tu amigo, desesperada por presentártela, te muestra fotos de Romualda en su celular y te pasa el whatsapp para que la contactes. Ves la foto y no está mal. Pero ya desde antes de mandar un mensaje vos pensás: ¿qué le digo? "Hola, ¿cómo te va? Me pasaron tu contacto. Tengo acumulación láctea y tu conocida me dijo que vos tenés telarañas ahí abajo. ¿Quéres intercambiar fluídos? Te prometo que van a ser los 2 minutos más exquisitos de tu vida". Suponés que es un poco fuerte y por eso no le mandás nada. Porque, seamos sinceros, cualquier mensaje que se mande via whatsapp a una persona que no conocés es un poquitín escalofriante. A veces organizan una reunión de amigos exclusivamente para que vos conozcas a Romualda, pero justo ese día se le muere el canario y no puede ir. Ya hay agendada otra reunión para dentro de 12 meses, día del bautismo de la hija de tu amigo. Pero falta para eso.

 También puede llegar a pasar que un amigo fiestero, que la pone menos que vos y que tiene sexo solo de la lengua para afuera, te quiera sacar a bailar porque en los boliches "encontrás minitas" seguro. Finalmente dejás el sábado de Netflix y acompañás a tu amigo a uno de esos antros lleno de seres ¿humanos? sudados bailando ME LO PARÓ ¡¡¡¡EL TAXI!!!! apretados sin poder respirar, casi como si estuvieran en un sauna. Entrás al antro, pedís algo para tomar y con un fernet en la mano (aunque no tomes fernet) vas preparado para encarar. Claro está, es difícil hablar de la influencia de la Guerra de las Galaxias en la cultura popular occidental, de la capacidad de dominar el mundo que la inteligencia artificial va a tener en un futuro cercano o de la diferencia entre la novela policial de relato enigma y la novela policial negra al compás de un Daddy Yankee estruendoso cantando VIVETELO ASÍ, DAME TU MEJOR POSÉ (aunque vos jurás que dice "VIVETELO ASÍ, DAME UN ACTIMEL". Posta, escúchenlo). Bailando sos un goma, no conocés ninguna canción, el fernet te está cayendo mal y el chamuyo no es una habilidad que tengas.

Una noche cualquiera en un boliche porteño.
No sé por qué muchos tienen el preconcepto de que absolutamente todo el mundo que va a un boliche tiene la capacidad de chamuyo/levante como si viniera escrito en tu código genético. Sin lugar a dudas hay gente que tiene ese don pero para otros les es más fácil ir a Japón ida y vuelta a pata, ver al emperador y pedirle por favor que dejen de matar ballenas. Porque si no pueden utilizar su as en la manga (preguntar "¿cuál es tu elemento favorito de la tabla periódica?") les resulta imposible generar una conexión que no esté mediada por una billetera. Ni hablar que la histeria imperante hace que lo más porno de la noche para el 95% de los asistentes del antro bailable sea simular hacerle una fellatio al panchito con lluvia de papas que se comen en el puestucho a la vuelta del boliche. En donde, por supuesto, vuelven a pasar ME LO PARÓ ¡¡¡¡EL TAXI!!!!.

Otra posibilidad muy popular entre la generación joven es usar una red social del levante. Mientras hacés reposo para curarte de la intoxicación que te agarró por comer un pancho vencido, descargás la aplicación y empezás a ver qué onda. No hace falta decir que los perfiles de estas redes sociales son un culto al narcisismo. El 98% de las mujeres está en una paraíso caribeño mostrando lo bien entangada que le queda la bikini (o con las pechos en primer plano, da igual), haciendo pucherito, duck face o mordiéndose el labio. Claro está, en su perfil vas a leer un mensaje del estilo "no soy solo una cara bonita. No quiero hablar con superficiales, solo con gente inteligente. Pajeros abstenerse. Carpe diem".

¿Alguien me puede explicar esta foto?

El 98% de los hombres, por su parte, también tienen fotos en el caribe. Generalmente están bronceados y exhibiendo sus músculos. Suman puntos extra, piensan ellos, si se besan los biceps. No caen en la cuenta de que ese tipo de fotos atrae solo a otros hombres que sí quieren comerles la entrepierna"sin vueltas". O tal vez eso sea precisamente lo que busquen... Como mensaje ponen algo así como "chico de barrio, facha, fachita, busca chica que no sea histérica". Si, Martín, así vas a encontrar rápido dónde ponerla.

¿Qué hace la alfombra en la pared?

 Aun sin tener músculos, te armás un perfil en la aplicación. Ponés de portada la mejor foto que te sacaron la semana anterior comiendo panchos a la vuelta del boliche y como perfil escribís "no sé describirme", no porque quieras darte de hombre misterioso, sino porque literalmente no sabés qué poner. Agregar: "lo más divertido que hice la semana pasada fue intoxicarme con un pancho en mal estado y el plan más loco del año que entra es ir al bautismo de la hija de un amigo " es aburridísimo. Durante los primeros cinco segundos ves y hacés una selección concienzuda de personas, pero tu mente dice: es más fácil y rápido poniéndole like a todo. A TODO. Todo lo que tenga ojos entra en tu selección: no ves la pantalla y tu dedo toca el corazoncito en modo automático. Pensás, ingenuamente, que así van a salir cosas más rápidas. Pero no.

Pasa un día, una semana, un mes, dos meses, seis meses. Y nada. Hubo likes compartidos, seguro, pero la respuesta más común al "hola" es el silencio. Incluso hubo un match con Romualda, a quien ahora sí contactás por ese medio. Le decís: "¿sos amiga de Pepita? Yo soy amigo de su esposo. Lamento lo del canario. Si querés yo te puedo dar mi pajarito". Apretás enviar pensando que finalmente le vas a encontrar hogar al loro de tu abuela. No hay respuesta alguna. Para variar. ¡Parece que va a ser un bautismo raro el del año que viene!

El problema mayor es que hasta la piba hemipléjica jorobada de 400 kilos con la barba de Bin Laden, sin nariz, que nació con un pene en la frente y que busca gente que la comprenda no te da pelota, aún habiendo hecho match. "Mierda que sos feo", pensás y considerás conseguirte un gato, que por supuesto se va a llamar Garfield. Pero antes de pedirle consejos a la señora que solamente sale con Leon-o para convertirte en el señor de los mininos, aparece algo, de la nada, y del lugar menos pensado. No te la presenta un amigo, ni la conocés en un antro, ni de una red social. O quizá sí. Casi por arte de magia se concreta de forma inesperada una cita. Ahora viene la parte fácil, piensa uno. Error. Porque ahora viene lo difícil.

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