Alejandro Neme

La metapesadilla

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Yo no tengo pesadillas. Tengo sueños. Incluso cuando mis piernas se quedan inmóviles mientras me persigue una criatura, la adrenalina de esa situación límite es tan placentera que transforma un delirio onírico en un recuerdo memorable. Es más, hace unos años mis sueños me entusiasmaron tanto que quise controlarlos. Los sueños lucidos son fascinantes pero esa ya es otra historia que algún día voy a contar.

A pesar de todo lo que dije, ayer a la noche tuve una pesadilla. Un terror nocturno paralizante. Pero fue algo más: fue una metapesadilla. Mientras yo dormía, soñaba que dormía y soñaba. ¿Y qué soñaba? Que dormía y soñaba. Como una mamushka, pesadilla se encajaba en pesadilla, formando un hilo conductor hasta mi persona física, dormida y paralizada.

En la pesadilla madre (difícil saber cuál era) estoy acostado en la cama sin querer cerrar los ojos porque hay algo que me aterra. Decenas de sábanas y frazadas me cubren de pies a cabeza. El calor me asfixia.  Tengo un zumbido en los oídos que aumenta en decibeles poco a poco.

Mientras pienso desesperado que necesito escapar de la parálisis, veo en tercera persona mis alrededores, casi como si fuera una película. Todo parece normal. Los apuntes desordenados que leí la noche anterior están en el piso. Sobre una silla que suele cumplir la función de perchero se ve el Aleph abierto en la página 72. Hay zapatillas rotosas y medias sucias debajo de mi cama. Mis lentes reposan sobre un vaso de agua vacío. Las ventanas de mi habitación, que dan al patio de casa, están abiertas de par en par trayendo del exterior aire caliente. En alguna de las capas de la metapesadilla creo que mis cobijas no son las que me asfixian; las responsables son las bocanadas de aire que vienen de afuera.

De un plano cenital que muestra mi cuerpo durmiendo paso a un primerísimo primer plano de la ventana. De repente lo veo. Hay alguien o algo ahí afuera. ¿Un ladrón, un asesino? ¿Un monstruo listo para devorarme? Vuelvo a la vista en primera persona, saco la cabeza de adentro de las cobijas para confirmar si efectivamente hay alguien ahí.




Aterrado, mi cuerpo durmiente, el real, había entrado en un estado de parálisis aun mayor al anterior.  Quiero moverme, sin tener éxito. El zumbido aumenta más y más de intensidad, tanto que llego a creer que mis tímpanos se destruirían. Mi cuerpo soñador no puede reconocer la figura que espía desde afuera. La luz de la luna empapa el patio, delineando la silueta del ser que acecha desde afuera.

Mientras tanto, desde mi cuerpo real pienso en la muerte. Mi cuerpo paralizado y mi mente entran en pánico al imaginar que al día siguiente alguien encontraría a mi cadáver en rigor mortis, sin estarlo. Me imagino consciente durante la autopsia y el funeral, gritando por favor que dejen de hacerme daño porque estoy vivo. Imagino a los sepultureros enterrándome mientras grito sin ser escuchado. Me imagino repleto de gusanos comiendo mi cuerpo putrefacto.

Durante un segundo mi yo soñador cree reconocerlo. Trata de despertarse, sabe que va a morir, pero las cobijas funcionan como una prisión que lo encarcelan en la metapesadilla.

Tengo miedo. De nuevo trato de escaparme de mi prisión onírica, quiero irme. No puedo. Quiero mover las piernas y los brazos pero mi cuerpo tiene el triple de peso y siento un fuego que emana de mi alma.

Él me obliga a soñar, me fuerza a verlo.

Utilizando las pocas fuerzas que me quedan, giro la cabeza y poso mis ojos sobre el ente diabólico: la única defensa posible que me queda es desafiándolo con la mirada. A medida que paso la vista por todo el cuarto para llegar hasta Él, siento que la distancia entre los dos se agranda, casi como si de una forma sobrenatural el espacio se ensanchara entre nosotros para que Él continuase con la tortura. Pero finalmente llego y lo miro a los ojos. Me mira. Nos miramos.




Quedo estupefacto: lo reconozco. No puedo creer que Él me había obligado a verlo. No puedo creer que Él había originado la metapesadilla.




No puedo creer que espiando detrás de la ventana... me encontraba yo mismo.

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