Alejandro Neme

Londres, Londres (parte 3)

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Previamente en “2015, Odisea al Reino Unido” aun siendo un marginal monotributista, Neme "el del barrio" se compromete en el 2015 a viajar a Gran Bretaña. Cuando todo parece perdido, un viejo mago de barba larga una publicidad emergente no le ofrece ni porno ni viagra. Le ofrece un pasaje a un precio muy inferior al habitual. Así nuestro héroe comienza su travesía… 
No, mentira, porque siguió en 11102 KM De Viaje Al Reino Unido, artículo en el que Neme TODAVÍA NO SE FUE porque se enfrentó a su primer desafío: luchar contra las ganas de viajar por todo el continente en apenas 30 días. Ahora sí, pasemos a la parte 3. Por ahí ahora sí se toma ese fucking avión. 

Tube

 ¿No les pasa que antes de un viaje tienen dificultades para conciliar el sueño?

La madrugada del 21 de julio del año 2015, día en el que partía mi vuelo a Londres, no pude pegar un ojo. No fueron los nervios por mi primer viaje en avión ni tampoco la ansiedad de cumplir un sueño que tenía desde muy chico. Nada de eso. Mi problema fue detonar mi teléfono celular al actualizar el software. 

La noche anterior a mi vuelo toqueteé el firmware de mi HTC M7 piratón porque se tildaba. Como soy un estúpido no soy un experto, seguí mal un tutorial y el celu dejó de andar a las 11 de la noche, hora en la que yo tendría que haber ido a dormir para despertar fresco la mañana siguiente. Necesitaba el teléfono. Mi idea era comprar un chip en Londres para usar el 4G de allá y ubicarme bien con las miles de aplicaciones que había bajado. ¡Tenía toda la info en el celu!

Luego de horas y horas tratando de entender cómo recuperar el móvil, a las 6 de la mañana logré dar con una página de android con la que pude reinstalar el firmware y salvarlo del coma 4. Como salía de casa a las 8 de la mañana, me tiré a dormir una hora y media. Desperté fresco como una lechuga.

Homero dormido
Descripción gráfica.


Partí de aeroparque con destino a São Paulo en el vuelo JJ8005 de TAM líneas aéreas. En Guarulhos, 6 horas de espera mediante, tomé el avión que me dejó en Heathrow. Ninguno de los vuelos tuvo mayores inconvenientes. En el primero me dieron de merienda un café con una magdalena; en el segundo de cena tuve unos altos ravioles con salsa fileto. Antes del viaje escuché en la radio que el secreto para la buena comida en el avión es pedir comida vegetariana. Si no hacés el pedido antes de volar, el típico "¿carne o pollo?" desemboca siempre en alimentación parecida al vómito perruno. Al menos en el viaje de ida ese consejo no falló. Las pastas estuvieron de 10.
En el viaje de vuelta las cosas fueron diferentes...

Otro detalle curioso del vuelo fueron las películas. Tenía ganas de empaparme con pelis inglesas para manijearme más. Elegí Un lugar llamado Notting Hill. Gravísimo error. Odio las películas románticas y odio a Hugh Grant pero ese día supuse que me iba a copar ver algo con temática londinense. No fue así: la abandoné por la mitad, no sin antes hacer una pasada rápida para ver si alguno tenía un final feliz muriéndose de un tiro en la cabeza. Me gustó tan poco que, a pesar de la sugerencia de todos, no fui ni a palos a Notting Hill. Le doy 2/10 Nemes. 

Notting Hill
NO ME MOLESTES, HUGH. ¡NO VOY A IR!

Otra peli que vi fue Kingsman, una de acción que parodia y homenajea a James Bond. Pero el sueño atrasado terminó abatiéndome: llegué a la mitad. Treinta días después, en el viaje de regreso, vi la segunda mitad de la peli. Le doy 9/10 Nemes.

Antes de viajar averigüé qué hacer en migraciones de Heathrow: me dijeron que si me preguntaban a qué iba al Reino Unido solo tenía que decir tourism. Y que, si me lo pedían, tenía que mostrar las reservas de los hosteles. Por eso, antes del viaje, imprimí todos los papeles indispensables. También me recomendaron no usar las palabras bomb o terrorist, aunque ya lo sabía. Al final me tocó un agente de migraciones muy parecido a Mr. Bean. Muy buena onda. Me dejó pasar así nomás, sin muchas preguntas. 

Dos vuelos, 20 horas y 2 posteos y medio de blog después, ¡por fin! entré a Londres. Decir que estaba al palo no le hace justicia a mi estado en ese día. A pesar de haber dormido poco y mal, parecía que me había esnifado varias líneas de fafafa por el tremendo estado de euforia.

Ahora que ya estaba adentro, tenía dos desafíos: 

 a) Llegar Hostel; 
b) Comprar lo que me hacía falta.

Llegar al hostel 

Solamente tenía que tomar la línea Picadilly de subte en Heathrow y bajarme en Russel Square. A tres cuadras estaba el hostel que había reservado. Para hacer el viaje tenía que comprar por cinco libras la SUBE londinense, la Oyster card, y pagar otras cinco libras para llegar a destino. Fácil.

Piccadily
La línea Picadilly.



 Comprar lo que me hacía falta 

 Ya les dije que viajé con una sola mochila. No era equipaje de mano: era una mochila vieja que usé para ir a la facultad y que tenía tirada porque estaba rota. Antes de viajar la arreglé un poco con la idea de usarla para el viaje de ida, comprarme una de mochilero de 40 litros en Inglaterra y tirar la vieja. Había planeado ir a Cotswold Outdoor, negocio que se especializa en la venta de artículos de trekking, y comprar la mochila Orsprey Farpoint. También quería comprarme unas walking shoes porque sabía que iba a caminar muchísimo. En otras palabras: había que ir, hacer las compras e irme. Fácil.

Cotswold Outdoor
¡Comprar allá me salía más barato que comprar acá!


No fue fácil

De más está decir que soy un pelotudo me resultó difícil. En primer lugar, no sabía llegar al hostel. No había hecho la tarea. Tenía la dirección pero nunca se me había ocurrido averiguar cómo ir. Para sumar errores, en vez de ir de una al hostel y desempacar, decidí ir a la zona de Covent Garden para ver si podía comprar la mochila, las zapatillas y el chip 4G. ¡Sin saber la dirección de los negocios! En Heathrow compré la Oyster e inicié viaje a la estación Covent Garden de la Picadilly Line. 

Viaje en Tube
¡Primera Selfie en el Reino Unido! Si, chotísma la foto.

Toda nueva experiencia se interpreta en términos de aquello que ya conocemos. Utilizamos nuestro conocimiento del  mundo para interpretar los nuevos eventos o aprendizajes que enfrentamos. Por eso aquel 22/7/2015 sentí que mi primer viaje en metro en Inglaterra era como viajar de Constitución a Berazategui en la línea Roca. Sí, absurdo. Pero mis estructuras mentales traducían así ese primer viaje. 

Roca
Recordemos cómo eran los trenes de la  línea Roca hace un año.

Tren de londres
Y acá dos de la línea Picadilly


Si mi idea original era sentirme como un local, lo logré: parecía un campesino que llegaba a la ciudad por primera vez y que no sabía escapar del laberinto londinense. Cada dos segundos le preguntaba a alguien si estaba yendo por el camino correcto. Para mi sorpresa, nadie sabía una goma. El 90% de las personas me ayudaron usando google maps porque no sabían nada de nada. Y aun con su ayuda no hice otra cosa que perderme. En total habré caminado unas 6 horas sin llegar al negocio de trekking.

No me molestó en absoluto. 

Más allá del cansancio físico, estaba feliz. Mi idea original para esos primeros días en Londres era exactamente ese: caminar, perderme, ver y oler la ciudad, comer la comida de la capital culinaria del mundo, hablar con gente, preguntar cómo llegar. Ese primer día estaba fascinado con la ciudad, con la limpieza, con la amabilidad de la gente, con los buses rojos y todo el sistema de transporte público o con los autitos que siempre veía en series de televisión. La fascinación recorría cada centímetro de mi cuerpo y mi cerebro apenas podía con los miles y miles de estímulos nuevos que acaparaban mi atención. El imprevisible clima de Londres me tomaba por sorpresa: nublado un rato, soleado otro rato, llovizna luego. El viento estival me susurraba al oído que todo era tal como lo había imaginado. No podía no sorprenderme al escuchar de refilón conversaciones entre personas y percibir que no utilizaban ese acento al que nos acostumbramos en las películas; no, el acento "británico" no existe tal como lo conocemos porque en Londres hay una confluencia de culturas y comunidades que dan lugar a tonadas que nada tienen que ver con la pronunciación de la reina. 
No podía no maravillarme al sentir en carne propia la majestuosidad de una ciudad donde ocurrieron algunos de los hechos más grandes de la historia. Mientras estaba perdido ese primer día pensé que las mejores bandas de todos los tiempos habían tocado ahí. Se me cruzó por la mente la guerra en las Malvinas. Sentí escalofríos al pensar que capaz alguien me diría algo sobre el tema, que capaz me increparía. Pensé en las clases de inglés que tomé en el pasado y que doy en el presente. Pensé que quería compartir mi alegría con alguien, pero que en ese momento estaba solo. Nuevamente mi forma de entender el mundo me trasladó a mi Buenos Aires y pensé que más allá de la calentura con esta bestia de ciudad mi primer amor sería siempre la tierra del café con medialunas, los asados y los alfajores.

Todo eso pensé. Y más. 

Double decker bus




Ya era de noche. Al final de ese primer día pude encontrar el Generator Hostel

Llegué a mi habitación, fui a darme una ducha y me tiré a la cama. Dormí como no había dormido nunca.

Continuará.

Flashbacks (transcripción de mi diario de viaje): 



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